domingo, 31 de mayo de 2015

CONSUMO EN LA ADOLESCENCIA

PSICOLOGÍA Y SALUD

CONSUMO EN LA ADOLESCENCIA


Entendemos por adolescencia el período de desarrollo humano (hoy prolongado en el tiempo) que se inicia al finalizar la infancia con la pubertad y termina en la etapa adulta. El niño ha abandonado la niñez, pero aún no se ha desarrollado como persona adulta. Se trata, por tanto, de una etapa de transición llena de ambigüedades e incertidumbres.

El sujeto está experimentando una serie de cambios decisivos para su vida futura.

No olvidemos que en esta etapa evolutiva, el universo de valores, intereses, actitudes vitales y comportamientos adultos quedan, sino fijados, al menos orientados y la propia identidad personal se va configurando, experimentando un desarrollo emocional, comportamental y físico que los llevará a tratar de independizarse de sus padres y buscar su propia identidad.

1.- Además de ser transitoria, se trata de una etapa especialmente dinámica y cambiante. 
Es un proceso en el cual hay una dinámica evolutiva, que se da en un marco social e histórico concreto. Como señala Funes J. (1998) “en este proceso se suceden etapas, acontecimientos y circunstancias, algunas de los cuales serán enriquecedoras y estabilizadoras y otras problemáticas”.

2.- Cada adolescente vive esta etapa de una manera particular y subjetiva. 
En este sentido, podemos afirmar que no existe “el adolescente” sino “los adolescentes”, ya que cada uno de ellos es resultado directo del medio social en que se desenvuelve, es decir, espacios y comunidades humanas que producen diferentes maneras de ser adolescente.

3.- Los adolescentes expresan sus dificultades y conflictos normalmente en términos sociales.
Gran parte de las dificultades con que se encuentra un adolescente en su proceso evolutivo, suelen expresarse de manera social, es decir, desembocan en conductas y en comportamientos problemáticos en el área social: conductas de gamberrismo, actuaciones arriesgadas, afirmación mediante la transgresión de las normas en vigor, demostración de la diferencia asumiendo estilos
de vida poco integrados, etc.

Algunas de las características evolutivas propias de la adolescencia pueden incrementar la vulnerabilidad de las personas que se encuentran en este momento vital. Pasemos a destacar las más relevantes:

Necesidad de reafirmación

La formación de una identidad propia es una de las tareas evolutivas más críticas de la adolescencia, junto a ella se produce una tendencia a preocuparse en exceso de su imagen y por cómo son percibidos por los demás. Muchas veces, esa imagen pública puede ser perseguida activamente, involucrándose en conductas asociadas con esa imagen.

Los adolescentes necesitan reafirmar su identidad y para ello han de compartir unos “ritos” específicos. La gestación de las identidades grupales adolescentes ha estado asociada con una serie de “ritos” y está en la actualidad íntimamente ligada a los ritos propios de los fines de semana nocturnos, entre ellos el consumo del alcohol y de otro tipo de drogas, utilizadas como objetos/sustancias iniciáticas generadoras de vínculos sociales. Estos consumos forman parte de los propios ritos iniciáticos de la condición del “ser joven” en nuestra sociedad.

Reivindican una identidad que no alcanzan por su procedencia social o su actividad laboral y por lo tanto la buscan en el ambiente de lo festivo y el movimiento estereotipado del fin de semana.
A la vez que el consumo les confiere identidad frente a los adultos, también les proporciona símbolos propios, que redundan en el sentido de pertenencia grupal e identidad frente a otros grupos de jóvenes, incorporándose en determinadas subculturas juveniles.

Necesidad de transgresión

Entre estos rasgos que confirman su condición de adolescentes, se encuentran también la rebeldía y la transgresión.

El problema para los adolescentes actuales es que no les hemos dejado siquiera espacio para la transgresión. El conflicto generacional apenas es perceptible, pues para transgredir se necesita que alguien esté dispuesto a ofenderse, ya sea en lo militar, en lo civil, en lo político, en lo familiar, en lo sexual…

Los padres de los adolescentes actuales, a fuerza de querer ser liberales, han perdido la capacidad de indignación con sus hijos quedándose estos sin muñeco contra el que tirar sus dardos. Como señala Marina J.A. (2001) “se trata de una generación de padres que ha venido predicando la idea de libertad como el valor supremo, como la idea central del ambiente cultural, del orden de los valores… y ahora no encuentra ningún otro valor que justifique las limitaciones de ésta”.

En este contexto, el espacio de la transgresión para nuestros adolescentes parece reducirse a muy pocos aspectos, uno de ellos es el consumo de drogas vinculado habitualmente a sus tiempos y espacios de ocio. Creen que están contraviniendo el orden social establecido y lo viven como un acto de provocación frente al mundo adulto y sus normas.

Necesidad de conformidad intra-grupal

El grupo de iguales pasa a ser un elemento de referencia fundamental para el adolescente. Sirve como refugio del mundo adulto en el que pueden explorar una gran variedad de papeles. No extraña, por consiguiente, que la experimentación precoz con el tabaco, el alcohol y otras drogas tenga lugar dentro del grupo de iguales.

El adolescente adquiere una mayor orientación social y dependencia de sus amigos del grupo y se observa una mayor tendencia a la conformidad con el mismo.

Si el menor se relaciona y se inscribe en un grupo con actitudes positivas y proclives al consumo de drogas, donde éste ocupa una función importante (diversión, experimentación de sensaciones nuevas, transgresión, signo de identidad grupal, escapar de las tensiones o los problemas…) le será muy difícil resistir la presión del grupo.

No obstante, conviene apuntar que la vulnerabilidad a la presión de grupo, vienen modulada en gran medida por los recursos personales del menor, tales como la autoestima, asertividad, capacidad de enfrentarse a los conflictos típicos, habilidades sociales, etc.


Sensación de Invulnerabilidad

La conducta temeraria de los adolescentes se produce por dos de las principales condiciones que se incrementan en esta edad: el egocentrismo y la búsqueda de nuevas sensaciones derivada de su orientación a la novedad y a la independencia.

El egocentrismo del adolescente y su necesidad de diferenciación le llevan a construir los que se ha denominado “la fábula personal”. Los adolescentes tienden a pensar que sus experiencias son tan únicas e irrepetibles que nadie las ha vivido anteriormente, ni sería capaz de entenderlas.

Esta circunstancia puede alimentar en mayor medida la sensación de invulnerabilidad respecto a los efectos perjudiciales de las drogas, ya que se produce una distorsión cognitiva que les hace creer que las consecuencias negativas más probables de sus conductas de riesgo no pueden sucederles a ellos, porque ellos son especiales.

Por otro lado, suelen ser poco receptivos a determinados mensajes de salud que les advierten del peligro de las drogas, ya que se sienten envueltos en una coraza personal que les protege mágicamente de todos los peligros. Se sienten en un período pletórico de salud, de vitalidad, y por tanto, las advertencias sobre los efectos de las drogas sobre su salud, en numerosos casos, no se tienen en consideración.

Si además de todo esto, los adolescentes han tenido experiencias positivas previas con el consumo de drogas, tal experiencia pondrá en entredicho los mensajes “atemorizantes” que recibieron y su sentimiento de invulnerabilidad se verá aún más reforzado; “yo controlo”.

Susceptibilidad frente a las presiones del entorno

Los adolescentes pueden ser particularmente sensibles a las campañas sofisticadas de publicidad diseñadas para asociar el consumo de drogas (tanto legales como ilegales) con una determinada imagen. “Temas relacionados con la identidad y la imagen pública, la curiosidad y las ganas de experimentar sensaciones nuevas… pueden aumentar de forma sustancial la susceptibilidad general frente a la publicidad y otras influencias sociales que promueven el uso de sustancias”

La realidad social de los adolescentes actuales

Como señala Luria, “el desarrollo es un proceso continuo de adaptación en el que los procesos internos interactúan con los procesos ambientales y socio históricos”

Cada sociedad en un momento determinado genera formas específicas de socialización y por tanto cada adolescencia se forma con unas características diferenciales y propias. Los adolescentes son particularmente sensibles ante la sociedad que les rodea: sus valores, tensiones políticas y económicas, sus reglas, las modas, las actitudes vitales dominantes…

¿Cuáles son las características socioculturales de nuestra sociedad actual en que se están socializando los adolescentes?

Algunos de los valores y actitudes vitales que están definiendo a parte de la adolescencia del milenio, son señalados en numerosas investigaciones como posibles “explicaciones” de los comportamientos “descontrolados” y los consumos compulsivos de drogas durante los fines de semana, especialmente durante el ocio nocturno. Veamos algunos de ellos.

Perspectivas de futuro negativas

El período necesario para la emancipación y la independencia se alarga sin horizontes claros y desde la incertidumbre: el temor al paro, la tensión de la competitividad, y el escepticismo en la utilidad de los estudios que lleva a la desmotivación hacia éstos… conducen a la utilización de recursos alternativos que prometen felicidad a corto plazo, permitiendo cuando menos el olvido momentáneo de los problemas.


Tendencia al hedonismo

Una de las características de la sociedad postmoderna es su temor al aburrimiento. Los adolescentes actuales no hacen sino reproducir un modelo cultural muy extendido en la sociedad del milenio actual.

“La diversión en nuestro mundo se ha convertido no sólo en una necesidad individual sino también en una necesidad social. El no divertirse implica una carencia personal con la consiguiente pérdida de autoestima y es un motivo de compasión social del que se huye como de la peste. 

El hedonismo se hace cada vez más persistente para ellos, poniéndose en manos de la pura experiencia de la diversión, un estado de ánimo que les abstrae del mundo real y de sus complicaciones”.

La facilidad para aburrirse y la incapacidad para soportar el aburrimiento caracteriza a ciertas personalidades de adolescentes que buscan compulsivamente excitación y placer inmediato: “ante todo hay que pasarlo bien y divertirse”.

El presentismo

Una parte considerable de los adolescentes actuales están marcados por el vivir el aquí y el ahora; puesto que el futuro se les presenta un tanto incierto y no sintiéndose motivados por los estudios y ante un panorama laboral nada optimista, optan por vivir al día.

La transformación química de los estados de ánimo

Nuestro modelo social refuerza la idea de que existen “pociones” mágicas, a través de la farmacología, que ofrecen soluciones y satisfacción a todos los problemas y deseos que las personas podamos tener: pastillas para dormir, para espabilarse, para relajarse, para estimularse, para abrir el apetito, para inhibirlo… de igual modo, los menores han interiorizado que el estado de ánimo o la activación vital puede modularse mediante sustancias de todo tipo. 
Este modelo es trasladado a los espacios de ocio de los adolescentes y con esta transferencia se incorporan sustancias para sacar mayor rendimiento a la fiesta, al fin de semana y a la noche.

La impulsividad

Esta actitud vital aumenta también en las sociedades postmodernas desarrolladas.

“Se potencia continuamente el sentir, el placer, el bienestar… y los sujetos se vuelven cada vez más incapaces de soportar el más mínimo malestar, sufrimiento… Los adolescentes socializados en esta cultura (la generación “mimada”), se hallan inmersos en la búsqueda de la satisfacción y el placer inmediato, de la emoción, de aquello que estimule sus sentidos y se encuentran excesivamente sometido a las incitaciones del ambiente”

El individualismo y la desintegración social

La sociedad del milenio que comienza también viene marcada por el aislamiento y la desintegración social.

“El descontrol” de algunos menores, especialmente en los fines de semana nocturnos y el consumo de drogas asociado a estos momentos, les facilita la interacción con otras personas, no importa que sean más o menos conocidas. Muchos de los nuevos patrones de consumos de drogas recreativas se utilizan como ritos de búsqueda de relaciones y sociabilidad entre los propios jóvenes, son un “instrumento” para favorecer las relaciones personales. “Lo que se busca es la fusión grupal, sentirse más cerca de sus semejantes y ahuyentar la soledad”


Bajo nivel de tolerancia a la frustración

La desconfianza en la rentabilidad del esfuerzo también está muy contrastada entre algunos de los adolescentes actuales.

Los padres han contribuido en gran parte a la extensión de esta carencia personal al convertirse en propagandistas de la recompensa inmediata. Se potencia una sociedad con una baja tolerancia a la frustración, de ahí la búsqueda compulsiva, apresurada e inmediata de la satisfacción y la diversión durante los fines de semana.

En síntesis, “la susceptibilidad al aburrimiento y la incapacidad de soportar la monotonía, junto a la sed de experiencias, unido a una impulsividad creciente muy extendida en los jóvenes actuales, conduce a que muchos de ellos se conviertan en buscadores de emociones, que ansían la estimulación continua y la desinhibición, cobijándose para ello en los largos periplos nocturnos “de marcha”, unido a unos ritos en los cuales el alcohol y el consumo de todo tipo de drogas recreativas son una manera fácil de conseguir todo esto que se busca”


Problemas de integración social

Algunos adolescentes se están socializando en entornos socio económicos llenos de dificultades. La vulnerabilidad no es la misma para todos. En este sentido no podemos pasar por alto las dificultades de integración social de numerosos menores inmigrantes o pertenecientes a minorías étnicas que están intentando incorporarse a nuestra sociedad como ciudadanos de pleno derecho y se encuentran con grandes problemas en su camino y no siempre con el apoyo necesario.


DROGAS RECREACIONALES

Las pautas de consumo adolescente aparecen habitualmente ubicadas en determinados espacios y tiempos y cobran sentido relacionados con el binomio fin de semana/prácticas de ocio dominantes.
Las diferentes sustancias se han convertido en “instrumentos” que actúan como facilitadores del logro de los estados de animo que de modo estereotipado se esperan como los adecuados en el contexto de diversión del fin de semana.

Las interacciones de los menores en determinados contextos y las expectativas esperadas, tanto en el plano emocional como anímico, son fundamentales en la explicación de los consumos de los menores y como elemento clave a tener en cuenta en la intervención con este colectivo.

Estas circunstancias, actúan a su vez en sintonía con dos factores de índole individual muy típicas de esta etapa evolutiva: la curiosidad (búsqueda de sensaciones nuevas) y la obtención de refuerzos positivos específicos dentro del grupo, tales como: sentirse unido y en estrecha sintonía afectiva con el resto de los amigos, facilitar las relaciones personales (desinhibición), prolongar los tiempos de diversión y de evasión del fin de semana por contraposición al tiempo entre semana, intensificar las sensaciones subjetivas de identidad y pertenencia…

En síntesis, gran parte del fenómeno de usos de drogas entre los adolescentes tiene que ver con su especial manera de divertirse, concentrado en sus actividades de fin de semana y en un contexto de liberación y “descontrol”.

Los estudios sociológicos sobre drogas confirman que en los últimos años se ha producido un importante aumento del consumo de drogas entre los menores y que poco o nada tienen que ver con el perfil de toxicómano “al uso” de épocas anteriores. Se trata de un consumo con unas características muy particulares que por tanto requieren un tipo de intervención diferente respecto de los enfoques preventivos y terapéuticos tradicionales.

El perfil de los nuevos consumidores adolescentes presenta las siguientes peculiaridades:

  • Sujetos que se inician en el consumo de drogas a edades tempranas.
  • Adolescentes más o menos estructurados que realizan alguna actividad normalizada (estudian o trabajan).
  • Conviven y dependen de su familia.
  • Realizan un uso social de las sustancias.
  • Consumo íntimamente ligado a sus contextos de ocio, a su manera de divertirse y al grupo.
  • Consumo centrado en el fin de semana que busca acompañar y ampliar sus actividades recreativas en este período de tiempo (más vitalidad, “más marcha” y/o mayores alteraciones perceptivas), para una vez pasado este espacio de tiempo, retornar a sus actividades rutinarias entre semana, a sus estudios y/o a su trabajo.
  • Mayoría de policonsumidores; consumo simultáneo de varias drogas, pero sobre todo de alcohol, cannabis, y/o estimulantes (drogas de síntesis y cocaína (los menos) y también consumos minoritarios de ácidos.
  • Con poca percepción de riesgo de las sustancias que toman (sobre todo del alcohol y del cannabis). Tampoco se percibe riesgo por un consumo ocasional de otros tipos de drogas: pastillas, ácidos, cocaína… Aunque perciben ciertos riesgos en estas últimas, algunos están dispuestos a asumirlos, porque en su particular balanza “riesgos/beneficios”, los beneficios que esperan, superan los costes que su consumo les puede deparar.
  • Percepción de control al tratarse de un uso centrado en el fin de semana y no diario. Piensan que esta pauta de consumo no genera dependencia y la percepción de otro tipo de riesgos es muy baja.
  • Percepción del uso de drogas como masivo y algo muy extendido en su generación (todos los chicos/as toman algo cuando salen los “findes”), lo cual autojustifica su propio consumo.


Diferentes Estadios y Perfiles de Consumidores.

Grupo A. Menores abstemios o consumidores moderados.

Son menores que no consumen o son consumidores moderados de alcohol y tabaco los fines de semana en los contextos lúdicos.


Grupo B. Menores consumidores abusivos de alcohol los fines de semana.

Se trata de una de las primeras conductas abusivas y una de las más frecuentes actualmente en algunos sectores de adolescentes.
A lo largo de la semana no se consume prácticamente nada de alcohol, pero llega el viernes y el sábado y el consumo se dispara, buscando intencionadamente alcanzar la embriaguez.

Grupo C. Menores bebedores abusivos de alcohol los fines de semana, incluyendo consumo de marihuana

Se trata del mismo patrón de consumo anterior pero se incorpora una droga ilegal al consumo de alcohol y tabaco, marihuana.

Este patrón de consumo está en alza y es practicado por un porcentaje elevado de menores, constatándose una estrecha asociación entre el consumo de alcohol, tabaco y cánnabis, de modo que el uso de cualquiera de estas sustancias implica una alta probabilidad de consumo de las restantes.

Respecto a la marihuana, no es de extrañar el incremento en el consumo de esta sustancia entre los menores ya que la percepción de riesgo entre éstos es prácticamente nula, incluso es una sustancia que se relaciona con algunos aspectos positivos, tales como: producto natural, ecológico (es una planta), con propiedades curativas (cura el cáncer), limpia los pulmones…

Grupo D. Menores consumidores de alcohol, marihuana más consumos esporádicos de otras sustancias.

Partiendo de la situación anterior, puede producirse el contacto con alguna otra droga, con una intención marcadamente experimental.

Suelen ser menores consumidores de alcohol, marihuana como drogas de inicio, donde se puede hablar de un abuso claro en relación con las cantidades y las frecuencias de consumo.

Además, consumen pastillas algunos fines de semana y en algunas ocasiones cocaína y/o ácidos como complemento de sus actividades lúdicas.

Las motivaciones para consumir psicoestimulantes se relacionan casi exclusivamente con la diversión y la experimentación de nuevas sensaciones. Las motivaciones verbalizadas por los escolares adolescentes para consumir éxtasis son: divertirse, sentir nuevas sensaciones, bailar y para no dormir/aguantar toda la noche.

El riesgo es que el menor encuentre la “horma de su zapato”, ya sea por los efectos percibidos por acción directa de la sustancia o en forma de beneficio social que le reporte la experimentación: mayor reconocimiento social, elemento cultural identificativo, acceso a círculos hasta entonces vetados…

Empieza a evidenciarse un consumo más problemático, tanto por las cantidades, frecuencias y sustancias consumidas, como por los problemas que comienzan a aparecer: trastornos de conducta, disminución del rendimiento escolar, conflictos familiares, relacionales…

Las consecuencias para el menor van a estar estrechamente ligadas a la presencia o ausencia, en su personalidad y en su entorno inmediato, de factores de riesgo o protección.

Es importante resaltar que cuanto más joven sea la persona que experimenta con drogas, mayor vulnerabilidad tendrá, ya que a menor nivel de desarrollo personal y de habilidades sociales, menor control sobre las mismas.

El objetivo en este momento es conseguir que éste consumo, a veces esporádico, no pase a convertirse en habitual todos los fines de semana.

Grupo E. Menores con un consumo avanzado de drogas.

Realizan un consumo sistemático de diferentes sustancias todos los fines de semana y en algunos casos también entre semana, sobre todo de cánnabis, que se incorpora a la vida cotidiana del menor entre semana sin la percepción de que este consumo pueda interferir en sus actividades diarias.

Por sus estilos de vida, situaciones personales, familiares o sociales corren más riesgo de tener consumos problemáticos de drogas, ya que se ha detectado que confluyen determinados factores de riesgo, tales como: absentismo y/o fracaso escolar, comportamientos desadaptativos (conductas violentas y agresivas) impulsividad excesiva y descontrolada, búsqueda de lo inmediato y de la velocidad en la forma de vivir, aburrimiento y confusión vital, empleo inadecuado del tiempo libre, malas relaciones familiares, problemas legales derivados del consumo y/o del tráfico de sustancias ilegales, etc...

Son menores con consumos problemáticos, pero que además presentan insuficiencias en diferentes áreas de su persona y déficits adaptativos o incluso manifiestan trastornos psicopatológicos. En algunos casos, se detecta una severa desestructuración personal, familiar o social.

En algunas ocasiones estos factores de riesgo son previos o corren parejos con el incremento en el consumo de drogas. Otras veces, son consecuencias derivadas del consumo de las sustancias. En cualquier caso, se trata de fenómenos que aparecen imbricados en el transcurrir vital de algunos menores y que vienen así a iniciar un proceso de destrucción en el que juega un papel importante los usos de drogas.

Se trata de menores que necesitan la acción directa de diferentes profesionales, intentando cubrir todos los aspectos relacionados con el problema en centros asistenciales especializados y con estrategias de intervenciones tanto grupales como individuales.











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