domingo, 7 de junio de 2015

Alzheimer: La enfermedad del olvido

PSICOLOGÍA Y SALUD

ALZHEIMER
LA ENFERMEDAD DEL OLVIDO

Alzheimer


Aún recuerdo aquel día en que me dijeron por vez primera que mí ser querido tenía depresión. Lo primero que pensé “el médico se ha equivocado”, y a los pocos días el diagnóstico era claro “Alzheimer”.

Aún recuerdo esa sensación, porque yo estaba estudiando la carrera de Psicología y a día de hoy, no soy capaz de quitarme el sentimiento de “cómo no pude verlo”, pero era una cría y aún no estaba metida en materia.

Tengo grabados muchos momentos de la enfermedad, muchas imágenes del deterioro físico, visitas al Neuropsicólogo, al neurólogo, al psicólogo, al centro de día, a la Asociación de Alzheimer, a la residencia… pero hay muchos otros momentos de los que no me acuerdo, y la cronología de las fechas me baila.

No se trataba de un familiar de primer grado, pero, sí lo suficiente cercano como para haber participado en mi crianza y en muchos momentos de mi vida. Eso hizo, que pasara a su lado toda mi corta vida hasta ese momento.

No os voy a engañar, a veces dudaba del diagnóstico, porque le veía muy lúcido y otras muy perdido. Pero, así es esta enfermedad, que te pone del revés. La evolución fue rápida, pero, lo peor, era ver cómo alguien tan grande se hacía cada vez más pequeñito.

Los primeros años, marchaban con “normalidad”, visitas para la revisión, charlas en el centro de día, comidas familiares para fomentar el respiro al cuidador principal, paseos para no perder la costumbre, mantener rutinas para no provocar una desestabilización… pero, pronto llegaría el momento en que le tienes que llamar por su nombre porque a veces no te reconoce, noches de deambulan porque está muy agitado, regalos de niño pequeño para estimular, llamadas a las ambulancias…

Y, pronto llegó el momento de decidir, que así no podíamos seguir. Que la cuidadora principal, ya no podía más y el resto veíamos que el proceso degenerativo ya iba muy rápido. Recuerdo una noche, en la que la agitación motora era tal que se aumentó la dosis de Aloperidol, y no hacía efecto, que los sanitarios de la ambulancia se quedaron perplejos cuando al llegar a casa ven a una persona de metro ochenta diciendo que ésa no es su casa, que son sus muebles pero que no es su casa…. Ese día, fue el comienzo de una serie de decisiones duras de tomar. 

De acudir al médico para solicitar informes para entregar a las residencias públicas, de hablar con abogados para incapacitar, de mirar residencias, de gestionar emociones y de tener la cabeza en su sitio para actuar de la mejor manera.

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