viernes, 22 de julio de 2016

ÚNETE CONTRA LA VIOLENCIA A LA MUJER

PSICOLOGÍA Y SALUD Y NUTRICIÓN Y SALUD 360
JUNTOS CONTRA LA VIOLENCIA A LA MUJER

domingo, 17 de julio de 2016

EFECTOS DE LA DEPRESIÓN EN ADOLESCENTES

PSICOLOGÍA Y SALUD

EFECTOS DE LA DEPRESIÓN EN ADOLESCENTES

Sobre los efectos de la depresión adolescente


Los efectos negativos de la depresión en la adolescencia van mucho más allá de un estado de ánimo melancólico. Muchos de los comportamientos o actitudes no saludables son, en realidad, indicios de depresión.

Formas en que los adolescentes “actúan” y se comportan en un intento de hacer frente a su dolor emocional:

Problemas en la escuela. La depresión puede causar dificultades de baja energía y concentración. En la escuela, esto puede conducir a la mala asistencia, una caída de los resultados escolares, o la frustración con el trabajo escolar.

Problemas en la casa. Muchos adolescentes deprimidos deciden irse de sus casas. Estos intentos son generalmente un grito de ayuda.

Abuso de drogas y alcohol. Los adolescentes pueden usar alcohol o de las drogas en un intento para “automedicarse” por su depresión. Desafortunadamente, el abuso de sustancias sólo empeora las cosas.

Baja autoestima. La depresión puede provocar e intensificar los sentimientos de fealdad,  vergüenza, fracaso y falta de mérito.

Comportamiento imprudente. Los adolescentes deprimidos pueden participar en comportamientos peligrosos o de alto riesgo, tales como la conducción temeraria, manejar luego de haber bebido y mantener relaciones sexuales sin protección.

Violencia. Algunos adolescentes con depresión -por lo general los niños que son víctimas de Bullying- se tornan violentos.

La depresión adolescente también se asocia con una serie de otros problemas de salud mental, incluyendo trastornos de la alimentación, como la bulimia y la anorexia, y la autolesión.










































AYUDAR A LOS NIÑOS A SUPERAR LOS MIEDOS

PSICOLOGÍA Y SALUD
AYUDAR A LOS NIÑOS A SUPERAR LOS MIEDOS
miedos infantiles
Además de darle a los niños un poco más de información acerca de sus miedos -como responder preguntas sobre las guerras, la muerte, enfermedades, etc- ayudará a que tengan menos miedo, ya que lo desconocido es temido; también existen otras formas de ayudar a los niños a superar los medios.

Algunas estrategias:

Validar sus miedos: significa escuchar, comprender y no burlarse de los temores de tu hijo. Es importante que le muestres que sí entiendes sus miedos y que sí los consideras reales para que él no se sienta desolado.

Alentar: recompensar a tu hijo cuando da un paso hacia adelante al luchar o enfrentarse a su miedo -por ejemplo, al acercarse a un perro si les tiene miedo.
No obligues a tu hijo a afrontar plenamente su miedo, pero sí a dar un pequeño paso por vez y hacerle saber que estás orgulloso de él cuando lo hace. Así se sentirá más seguro y confiado.
En este sentido, es importante proporcionarle oportunidades para desarrollar habilidades y ganar confianza en su propia capacidad.

Jugar: proporciónale tiempo para el juego de fantasía, los disfraces, dibujos, etc., donde los niños pueden expresar sus miedos y tomar el control de ellos.

Ser su modelo: los niños aprenden más al copiar las actitudes y respuestas de los adultos que son importantes en sus vidas. Por eso, es importante mostrarle que tú estás tranquilo y confiado en la situación que asusta a tu hijo.

Hacer ejercicio: mucha actividad física ayuda a reducir el estrés y también ayuda a los niños a dormir bien. Los ejercicios de relajación y las historias también pueden ser útiles para utilizar la hora de acostarse o en etapas de ansiedad extrema.

Controlar la situación: que ellos logren tener cierto control de la situación a menudo ayuda a los temores. Si tu hijo tiene la edad suficiente, pregúntale sobre lo que piensa lo ayudaría, o hazle algunas sugerencias y deja que él elija.





























viernes, 8 de julio de 2016

QUÉ SABEMOS SOBRE LA SALUD MENTAL

PSICOLOGÍA Y SALUD
QUÉ SABEMOS SOBRE LA SALUD MENTAL

En muchas ocasiones la salud mental puede ser un tema olvidado para las personas y es usual no darle mucha importancia. Una gran parte de la población, no la toma en cuenta a menos que se encuentre en condiciones tan graves, que necesite internarse en alguna institución de salud mental. 

Otra parte importante de la población no llega a casos tan extremos y empieza a pensar en la salud mental cuando otras áreas de la vida están siendo afectadas, como el trabajo, estudios, relaciones de pareja, de familia, de amigos, etc., debido a algún tipo de malestar emocional. Sea como fuere, la concepción de salud mental empieza a desplazarse en algo que necesitan “los locos”, aquellos que se encuentran fuera de la realidad o aquellos que no pueden manejar su propia vida. 

Sin embargo, es importante señalar que la salud mental repercute en todas las personas, y éste artículo busca reflexionar en torno a conocer a la salud mental y tomar consciencia de su importancia.

¿qué es la salud mental? La Organización Mundial de la Salud – OMS (2011) la define como un estado de bienestar en el cual la persona es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y ser capaz de contribuir a la comunidad. 

Cabe resaltar que la salud mental es un componente de la salud general, no puede existir solamente un buen estado físico sin el correspondiente bienestar psicológico. 

Este punto es clave, en el entendimiento de la salud mental, ya que muchas personas asocian la salud a“no estar enfermos” e inevitablemente la enfermedad, con mucha frecuencia, es relacionada a una afección física u orgánica. 

Además, puede resultar más sencillo y lógico acudir a un profesional por un dolor físico que por un dolor emocional. Asimismo, la salud mental y enfermedad mental no son opuestas, es decir, que una persona sea “normal” o no presente ninguna “enfermedad nerviosa” no quiere decir que tenga salud mental. 

Del mismo modo, padecer de algún determinado trastorno psicológico no quiere decir que no se pueda vivir ni disfrutar de la vida de forma saludable. Como se mencionó, la salud mental integra el estado de bienestar emocional y psicológico de las personas, y esto se relaciona con cómo utilice sus capacidades cognitivas y emocionales para resolver problemas de la vida diaria y funcionar en la sociedad. Además, una adecuada salud mental ayuda a aumentar la calidad de vida de las personas.

Existen diversos factores que influyen en nuestra salud mental, los cuales pueden entenderse como factores protectores y factores de riesgo

Los primeros se enfocan en realizar actividades que promuevan estilos de vida saludables, brindando tranquilidad y bienestar y lograr lidiar con las dificultades y problemas. Son importantes los recursos psicológicos personales para enfrentar diversas situaciones y establecer vínculos con otras personas. Esto permite mantenernos un equilibrio psicológico (en relación a nuestras emociones y procesos cognitivos), biológico (en nuestro organismo) y social (en nuestra relación con las personas). 

Por otro lado, los factores de riesgo son situaciones que quiebran el balance de nuestra vida, causan descontrol y desborde emocional, y comúnmente la mayor parte de experiencias de vida son interpretadas negativamente. Conjuntamente, las condiciones de vida como la pobreza, la desigualdad, la discriminación o situaciones donde prepondera la falta de equidad intensifican los factores que hacen vulnerable la salud mental de las personas, causando un impacto negativo en el individuo, su familia y comunidad. Sin embargo, los recursos materiales no son causantes de generar una determinada patología, éstos facilitan la comodidad y seguridad pero no determinan un estilo de vida saludable o sensación de bienestar. 

Una de las principales formas de conocer el estado de la salud mental de una persona, es a través su comportamiento, sus emociones y cómo se desarrolla dentro de su vida diaria. Por ejemplo, en el contacto con sus afectos, cómo se vincula con otras personas, cómo afronta las dificultades y la adversidad, sobre el conocimiento de sus fortalezas y debilidades, el sustento de sus propias necesidades, entre otros.

¿por qué es importante la salud mental? Se ha mencionado que la salud mental es parte de la salud global del ser humano, y sin ella, no podríamos desarrollarnos, sentir bienestar ni felicidad. 

La salud mental es importante porque se relaciona con las emociones, el razonamiento y cómo hacemos frente a diferentes situaciones de la vida diaria. Además, manteniendo un estado de bienestar podemos afrontar mejor las dificultades que se nos presenten como situaciones de tensión o estrés, tomar mejores decisiones y lidiar con el trabajo y estudios. Del mismo modo que es importante cuidar la salud física desde el nacimiento, la salud mental también está presente desde el origen de nuestra vida. 

El desarrollo emocional y psíquico ocurre en todas las etapas de la vida: en la niñez, la adolescencia, la juventud, la adultez y vejez. El no cuidar la salud mental favorece el surgimiento de enfermedades físicas y emocionales. 

En relación a este tema, se puede decir que existe una amplia gama de enfermedades que incluyen la depresión, ansiedad, desordenes afectivos, desordenes de pensamiento, entre otros que pueden surgir por diversos factores, entre ellos genéticos, ambientales, psicológicos, etc. 

Cabe resaltar que el Ministerio de Salud - MINSA (2013) sostiene que cuatro de cada diez peruanos presentan problemas de ansiedad, depresión, adicción u otra dificultad dentro de la salud mental a lo largo de su vida, y se ha encontrado que estos problemas se presentan en todos los niveles socioeconómicos.

Finalmente, podemos concluir que la salud mental es la forma en cómo pensamos, sentimos y actuamos cuando nos enfrentamos a la vida, es un estado de equilibrio entre una persona y su entorno social y cultural, lo cual garantiza su participación laboral, intelectual y de relaciones interpersonales para alcanzar bienestar y alta calidad de vida. 

Hablar de salud mental, nos lleva a reflexionar que ésta no sólo debe centrarse el tratamiento de afecciones psicológicas y psiquiátricas, sino que también abarca la promoción estilos de vidas saludables y prevención posibles dificultades psicológicas. Cuidar de nuestra salud mental, es tarea de todos, e implica un compromiso con nosotros mismos, el compromiso de cuidarnos y tener una vida más feliz. 




























































EL USO DE LA TECNOLOGÍA EN LA INFANCIA


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 EL USO DE LA TECNOLOGÍA EN LA INFANCIA

Actualmente, hay una gran preocupación por los efectos que puede tener la tecnología en los niños. Por ejemplo, se ha encontrado que tres de cada cinco niños menores de dos años empiezan a usar celulares, tablets o computadoras antes de aprender a ir al baño o a hablar. 

Existe mucha información acerca de los riesgos que implica el abuso de la tecnología en la infancia y es fácil encontrar recomendaciones para controlar esta situación. 

Sin embargo, resulta curioso lo poco que se dice acerca del rol que pueden estar jugando los padres en esta problemática. ¿Será posible que los padres también puedan fomentar el uso excesivo e inadecuado de las nuevas tecnologías en los niños sin ser conscientes de ello? 
A continuación, se brinda algunas razones por las que la respuesta a esta pregunta puede ser afirmativa.

La tecnología como solución inmediata. La tecnología puede ser una alternativa que emplean los padres para distraer y calmar a los niños cuando estos manifiestan alguna molestia, como una pataleta, el llanto o el simple aburrimiento. El enfocar la atención en una aplicación o juego tranquiliza y pone feliz al niño de manera inmediata; sin embargo, no atiende a su experiencia emocional y esto podría tener consecuencias negativas en su desarrollo afectivo y vincular. 

Por un lado, la emoción displacentera del niño no está siendo contenida, es decir que no se lo está ayudando a comprender lo que puede estar pensando o sintiendo, dándole así sentido a sus distintas experiencias. 

Asimismo, dificulta la capacidad de tolerancia a la frustración porque evita que se conecte con vivencias que implican fastidio, dolor o tristeza. Es importante que los niños aprendan a manejar estas pequeñas frustraciones desde la infancia porque esto los ayudará a afrontar problemas y limitaciones en el futuro.

El ritmo de vida y la falta de tiempo. El trabajo y el ritmo agitado de vida hace más difícil que los padres puedan estar pendientes todo el tiempo al uso que hacen los niños de la tecnología. Esto puede llevar al reemplazo de otras actividades que son vitales en la infancia, por ejemplo las actividades físicas o artísticas, el juego de fantasía y la exploración de la naturaleza. 

Dichas actividades contribuyen al desarrollo motor, a la creatividad y a la imaginación y, sobre todo, les permiten mostrarse más activos y modificar su entorno, en lugar de recibir información pasivamente. 

Por otro lado, a los padres se les hace más difícil supervisar el tipo de contenido al que acceden sus niños, lo cual puede exponerlos a información que no es apropiada para su edad, generando mucha confusión en ellos. 

Por eso, es importante que los padres no sólo limiten el tiempo que invierten los niños en el empleo de aparatos tecnológicos, sino que también estén presentes y accesibles para resolver las dudas que puedan surgir.

La desconexión que implica la tecnología. Es bastante común que los padres pasen una gran parte del día conectados a sus computadoras y mandando correos desde sus celulares incluso mientras comparten tiempo con sus hijos.

 Naturalmente, esto afecta el vínculo y la comunicación con los niños, quienes se sienten dolidos porque no están siendo lo suficientemente mirados ni escuchados por sus padres. Al dejar pasar estos momentos de vínculo, los padres trasmiten la idea de que los aparatos tecnológicos son más merecedores de atención que las propias personas. 

Tal vez sea por ello que los niños empiezan a imitar rápidamente este comportamiento, mostrándose cada vez más absortos en sus juegos o aplicaciones y descuidando las relaciones cara a cara. 

La tecnología no reemplaza las funciones y la presencia parental, por ello es fundamental que los padres se esfuercen por comprender a sus niños y por acompañarlos en los momentos de frustración. 

También, es importante que les dediquen tiempo para jugar juntos y realizar otras actividades que les permitan conocerlos, conversar y disfrutar de la compañía del otro. Es cierto que vivimos en una época en la que no se cuenta con mucho tiempo, pero también es cierto que lo importante es la calidad, mas no la cantidad.









LÍMITES A NUESTROS HIJOS

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LÍMITES A NUESTROS HIJOS


Dentro del proceso de desarrollo de los niños una de las tareas que suele ser muy difícil y tediosa para los padres es la de poner límites o marcar las normas de convivencia dentro de las cuales los hijos deberán regular su conducta. Si bien la mayoría de padres son conscientes de la importancia de hacerlo, existen dificultades al momento de imponer los límites y diferencias en cuanto a la forma en que lo hacen.

La necesidad de poner límites recae sobre la función protectora que tienen los mismos en tanto el niño se siente protegido y seguro al tener una estructura sólida a la cual aferrarse frente a ciertas situaciones.

Si bien la importancia del tema salta a la vista, desde el rol de padres existe una dificultad para llevar a cabo esta función de forma asertiva. Una de las razones es que en la mayoría de los casos el poner límites podría implicar un enfrentamiento entre padres e hijos, el cual a veces se prefiere evitar y ceder ante la voluntad de los niños para no provocar un “berrinche” o una “rabieta”. 
En ese sentido, hay padres muy temerosos que sienten que al ponerse firmes en el cumplimiento de una norma sus hijos podrían sufrir algún tipo de trauma o daño psicológico, lo cual no es cierto.

Los padres que trabajan y tienen poco tiempo  tienden a ser permisivos y condescendientes en el tiempo que pueden compartir con ellos, buscando así “compensar” el tiempo perdido. A su vez, existen padres que por buscar la aceptación de sus hijos y en el afán de ser vistos como “buenos padres” evitan oponerse al deseo de sus hijos.

Por otro lado, están los padres que discrepan o discuten entre sí, transmitiendo un trato irrespetuoso como forma de comunicación. Existen también los padres muy autoritarios que terminan anulando las iniciativas que tienen los niños, prohibiendo e inhibiendo en extremo su espontaneidad, no negocian con sus hijos e imponen el control y la obediencia. 

Asimismo, hay padres que pierden el control con facilidad y terminan empleado el castigo físico para regular la conducta de los niños. A esta lista se podrían agregar los padres poco informados sobre lo que corresponde a la etapa de desarrollo que atraviesan sus hijos.

LAS CONSECUENCIAS DE NO PONER LIMITES PODRÍAN SER:

 - Baja tolerancia a la frustración,

- Sensación de desprotección y vulnerabilidad,

- Dificultad para adaptarse a nuevas personas o situaciones

-  Culpabilizar a los demás de sus errores

- Baja confianza en sí mismos

- Necesidad de control sobre los demás

- Incluso presentar problemas de conducta y de aprendizaje en la escuela.

Con el propósito de estimular el desarrollo socio-emocional saludable en los niños es imprescindible integrar a las funciones que cumplen los padres la difícil tarea de imponer límites y normas de convivencia dentro de la dinámica familiar. A continuación se presentan algunas pautas y sugerencias, así como los aspectos principales que deben ser tomados en cuenta:

Ser concreto: Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones poco precisas como 'Pórtate bien', 'sé bueno', o 'no hagas eso'. Nuestros hijos nos entenderán mejor si enunciamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y directas suele ser más claro para un niño. 'Habla bajito en una biblioteca'; 'agarra mi mano para cruzar la calle' son algunos ejemplos.

Opciones: Ofrecer a nuestros hijos una oportunidad para decidir cómo cumplir sus obligaciones. La libertad de elección hace que un niño sienta una sensación de control que reduce las resistencias. Por ejemplo: 'Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo hago yo?'

Firmeza: En cuestiones realmente importantes o cuando existe una resistencia a la obediencia, es necesario aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: 'Vete a tu habitación ahora' o '¡Para!, los juguetes no son para tirar'. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no.

Acentúa lo positivo. Los niños son más receptivos al hacer lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos, algún tipo de premio por haber cumplido. Algunas represiones directas como el 'no', dicen a un niño que es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ('habla bajo') antes de lo que no debe hacer ('No grites').

Explica el porqué. Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia.

Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta ofrecerle una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. Por ejemplo: 'ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar'. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus senitmientos y deseos son aceptables.

 Rutinas y horarios. Una regla puntual y sostenible en el tiempo es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto.

Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir 'eres malo', deberíamos decir 'eso está mal hecho' (desaprobación de la conducta).

Controla las emociones. Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar, procurando iniciar preguntando a los hijos por lo que ha sucedido.











DEPRESIÓN INFANTIL

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DEPRESIÓN INFANTIL

La depresión infantil es una alteración en el estado de ánimo del niño, acompañado por un desorden en su comportamiento habitual que va a interferir en su desarrollo esperable. Un niño deprimido pasa gran parte del tiempo triste y deja de hacer las actividades que antes disfrutaba. El comportamiento que tiene en el colegio, con su familia o amigos van a evidenciar que el niño esta pasando por una situación difícil que no esta pudiendo entender.

¿Cómo saber si mi hijo tiene depresión?

Los síntomas de depresión varían de acuerdo a la personalidad de cada niño y a la etapa de desarrollo en la que se encuentre, pero generalmente el niño tiende a presentar las siguientes características:

- Se muestra irritable o agresivo consigo mismo o con su entorno.

- Refleja tristeza frecuente, ya sea en su expresión facial, en su mirada o porque tiene episodios de llanto.

- Pierde el interés en actividades escolares o lúdicas.

- Se aburre repentinamente de las tareas que antes eran divertidas.

- Se cansa con facilidad y su actividad motora se lentifica.

- Expresa quejas frecuentes de malestar físico (dolores de cabeza, estomago, nauseas.

- Manifiesta problemas de conducta (berrinches, rabietas, etc.)

- Se frustra con facilidad.

- Se aísla socialmente, prefiere hacer actividades en solitario.

- Presenta alteración en el sueño y el apetito.

- Tiene dificultades a nivel cognitivo (problemas para concentrarse, bajo rendimiento academico, etc.)

- Expresa sentimientos de reproche contra sí mismo (inferioridad, baja autoestima.

- Presenta conductas dirigidas a lastimarse a sí mismo o manifiesta ideas suicidas.

¿Qué le puede generar depresión?

Entre los principales factores que podrían desencadenar una depresión infantil tenemos:  

- La pérdida de un ser querido, sea por fallecimiento, separación o divorcio.

- Percibir el abandono físico o emocional de parte de los padres.

- Ser criado bajo un estilo autoritario y muy exigente.

- Tener dificultades en la interacción con sus pares (p.e. bulling)

- Ser víctima de maltrato físico, psicológica o sexual.

- Manifiesta dolencias o malestares físicos.

¿Qué puedo hacer para ayudarlo?

Es importante que los padres estén atentos a los repentinos cambios de humor y conductas de sus hijos, para que puedan advertir lo que sucede con ellos y brindarles el apoyo que necesitan. Se recomienda que los padres:

- Hablen con ellos sobre los cambios que están observando.

- Les manifiesten  su cariño incondicional.

- Puedan expresarles su preocupación y su deseo de ayudarlos.

- Se muestren dispuestos a escucharlos.

- Sean respetuosos con sus preferencias.

- Les permitan desahogar sus emociones.

- Busquen apoyo psicológico y psiquiátrico, si es necesario.

- Estén alertas ante cualquier pensamiento o acto de suicidio.