viernes, 8 de julio de 2016

LÍMITES A NUESTROS HIJOS

PSICOLOGÍA Y SALUD

LÍMITES A NUESTROS HIJOS


Dentro del proceso de desarrollo de los niños una de las tareas que suele ser muy difícil y tediosa para los padres es la de poner límites o marcar las normas de convivencia dentro de las cuales los hijos deberán regular su conducta. Si bien la mayoría de padres son conscientes de la importancia de hacerlo, existen dificultades al momento de imponer los límites y diferencias en cuanto a la forma en que lo hacen.

La necesidad de poner límites recae sobre la función protectora que tienen los mismos en tanto el niño se siente protegido y seguro al tener una estructura sólida a la cual aferrarse frente a ciertas situaciones.

Si bien la importancia del tema salta a la vista, desde el rol de padres existe una dificultad para llevar a cabo esta función de forma asertiva. Una de las razones es que en la mayoría de los casos el poner límites podría implicar un enfrentamiento entre padres e hijos, el cual a veces se prefiere evitar y ceder ante la voluntad de los niños para no provocar un “berrinche” o una “rabieta”. 
En ese sentido, hay padres muy temerosos que sienten que al ponerse firmes en el cumplimiento de una norma sus hijos podrían sufrir algún tipo de trauma o daño psicológico, lo cual no es cierto.

Los padres que trabajan y tienen poco tiempo  tienden a ser permisivos y condescendientes en el tiempo que pueden compartir con ellos, buscando así “compensar” el tiempo perdido. A su vez, existen padres que por buscar la aceptación de sus hijos y en el afán de ser vistos como “buenos padres” evitan oponerse al deseo de sus hijos.

Por otro lado, están los padres que discrepan o discuten entre sí, transmitiendo un trato irrespetuoso como forma de comunicación. Existen también los padres muy autoritarios que terminan anulando las iniciativas que tienen los niños, prohibiendo e inhibiendo en extremo su espontaneidad, no negocian con sus hijos e imponen el control y la obediencia. 

Asimismo, hay padres que pierden el control con facilidad y terminan empleado el castigo físico para regular la conducta de los niños. A esta lista se podrían agregar los padres poco informados sobre lo que corresponde a la etapa de desarrollo que atraviesan sus hijos.

LAS CONSECUENCIAS DE NO PONER LIMITES PODRÍAN SER:

 - Baja tolerancia a la frustración,

- Sensación de desprotección y vulnerabilidad,

- Dificultad para adaptarse a nuevas personas o situaciones

-  Culpabilizar a los demás de sus errores

- Baja confianza en sí mismos

- Necesidad de control sobre los demás

- Incluso presentar problemas de conducta y de aprendizaje en la escuela.

Con el propósito de estimular el desarrollo socio-emocional saludable en los niños es imprescindible integrar a las funciones que cumplen los padres la difícil tarea de imponer límites y normas de convivencia dentro de la dinámica familiar. A continuación se presentan algunas pautas y sugerencias, así como los aspectos principales que deben ser tomados en cuenta:

Ser concreto: Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones poco precisas como 'Pórtate bien', 'sé bueno', o 'no hagas eso'. Nuestros hijos nos entenderán mejor si enunciamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y directas suele ser más claro para un niño. 'Habla bajito en una biblioteca'; 'agarra mi mano para cruzar la calle' son algunos ejemplos.

Opciones: Ofrecer a nuestros hijos una oportunidad para decidir cómo cumplir sus obligaciones. La libertad de elección hace que un niño sienta una sensación de control que reduce las resistencias. Por ejemplo: 'Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo hago yo?'

Firmeza: En cuestiones realmente importantes o cuando existe una resistencia a la obediencia, es necesario aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: 'Vete a tu habitación ahora' o '¡Para!, los juguetes no son para tirar'. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no.

Acentúa lo positivo. Los niños son más receptivos al hacer lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos, algún tipo de premio por haber cumplido. Algunas represiones directas como el 'no', dicen a un niño que es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ('habla bajo') antes de lo que no debe hacer ('No grites').

Explica el porqué. Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia.

Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta ofrecerle una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. Por ejemplo: 'ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar'. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus senitmientos y deseos son aceptables.

 Rutinas y horarios. Una regla puntual y sostenible en el tiempo es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto.

Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir 'eres malo', deberíamos decir 'eso está mal hecho' (desaprobación de la conducta).

Controla las emociones. Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar, procurando iniciar preguntando a los hijos por lo que ha sucedido.











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